Rincones y Esquinas de España: Tirana del Tajo y su campanario
Hoy en Rincones y Esquinas de España...
En Tirana del Tajo, quinientos treinta habitantes, los vecinos derriban el campanario de la iglesia y luego lo vuelven a reconstruir todos los años. Hablamos con Pepón, cofrade de Santa María del Andamio.
—Pues esta tradición empezó por accidente. Literalmente. Cuando el terremoto de Lisboa, allá por el siglo XVIII, la torre original, la que había, se vino abajo ella solita. La reconstruyeron enseguida pero no les quedó muy apañada, así que la volvieron a tirar y a levantar. Y nada. Probaron de nuevo, por ver si a la tercera iba la vencida, y casi. Se quedaron muy cerca. Por los pelos, pero abajo con ella otra vez. Y así, con las bromas y el hábito, se quedó en tradición.
—¿No se cansan?
—Cada año la hacemos distinta, por variar. Que si no se hace muy aburrido. Además que hay modas: en los noventa me acuerdo que pegó muy fuerte el churrigueresco, sin ir más lejos. Pero desde la crisis hemos hecho lo que hemos podido. Ahora ya no nos andamos con tantas gaitas y solemos optar por el románico de toda la vida, que es más humilde y llevadero.
—En distintas crónicas los han tildado a ustedes de neobabilonios disimulados y de Sísifos engreídos.
—¡Lo que faltaba! Las malas lenguas. ¡Las malas lenguas! Ni que le hiciéramos mal a nadie con esto. Si acaso, a nosotros mismos, pero es cosa nuestra. Que nos dejen en paz. Además que esto es muy prometedor para el turismo. La idea es que los turistas puedan venir todos los años. Total, lo que se van a encontrar cada vez va a ser distinto.
—¿Y la Diócesis qué opina?
—Yo no sé si están enterados. Pero creo que tendrían que estar contentos. Y no sólo por lo que se ahorrarán a la larga en restauraciones, que también. Al final se trata de que la gente vaya a la iglesia. Y con las obras tenemos que ir casi todos los días del año, así que fíjese usted.
—¿Este despropósito terminará algún día?
Es algo que ya lo hemos hablado, no se crea. Si no hay año en que no lleguemos a las fiestas convencidos de que nos ha quedado bonita esta última vez y que ya no se tira más, que es un derroche. Pero nos calentamos. Y como tirarla es la parte fácil, pues abajo con ella. Y pasadas las fiestas, con toda la mole desparramada... no es cuestión de dejarla ahí en medio. Toca reconstruirla y ya, ¿me explico? Pero me gusta que hayáis venido a testimoniar porque yo tengo el pálpito de que ésta va a ser la última de verdad de la buena. Por cansancio y falta de manos, más que por consenso. Es una pena que los pocos jóvenes que quedan no quieran seguir la tradición, pero yo les entiendo. Al final la arquitectura nos roba demasiadas horas.
—Claro, normal. Muchas gracias, Pepón.
—¡Viva Tirana del Tajo!
—Viva. Desde Tirana del Tajo, para Esquinas y Rincones de España.